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¿Son confiables los tests de personalidad creados con inteligencia artificial?

Durante décadas, la comunidad psicológica ha sostenido un consenso básico: toda herramienta destinada a evaluar la personalidad debe construirse siguiendo procedimientos rigurosos, que garanticen su validez, confiabilidad y ética en el uso.

El desarrollo de un test de personalidad exige aplicar el instrumento a muestras representativas (por edad, sexo, nivel educativo y país), para establecer baremos o normas que permitan interpretar los resultados dentro de un marco poblacional definido.

Además, requiere supervisión humana, control ético y revisión empírica permanente. Los tests psicológicos válidos y confiables no son productos espontáneos, sino el resultado de procesos metodológicos extensos y validados por la comunidad científica.

El problema: la creación improvisada de pruebas con IA

Con el avance de la inteligencia artificial, han surgido en el mercado múltiples “tests de personalidad” generados por algoritmos o por chats de IA, sin el respaldo teórico ni metodológico necesario. Estas herramientas, creadas de manera improvisada, muchas veces se ofrecen dentro de plataformas que agrupan evaluaciones de distinta índole —como pruebas de idioma o de conocimientos técnicos— bajo un mismo rótulo de “evaluaciones de talento”.

Sin embargo, no puede equipararse el diseño de una prueba de personalidad con el diseño de un test técnico o de idiomas.

Diseñar una técnica de evaluación psicológica no es lo mismo que diseñar una herramienta para medir conocimientos o destrezas tecnológicas. Ambos procesos pertenecen a campos radicalmente distintos en su naturaleza, objetivos y responsabilidad profesional.

Qué implica crear una técnica de evaluación de personalidad

El desarrollo de una técnica de este tipo requiere una profunda comprensión de:
– Modelos teóricos de la personalidad (psicodinámicos, cognitivos, humanistas, factoriales, etc.) que sustenten la herramienta.
– Principios psicométricos que aseguren validez, confiabilidad y estandarización.
– Fundamentos éticos y legales que protejan la integridad y el bienestar de las personas evaluadas.

Crear un test psicológico implica definir constructos, formular hipótesis, operacionalizar variables, y luego someter el instrumento a estudios empíricos controlados y replicables.

Por eso, resulta preocupante la proliferación de herramientas que se presentan como “tests de personalidad” sin cumplir con estos criterios mínimos.

Lo que no debe hacerse,

Cuestionamos toda iniciativa que implique crear o aplicar tests de personalidad:
– Sin validación ni respaldo empírico.
– Sin un marco teórico ni clínico definido.
– Sin la supervisión de profesionales calificados.

El uso indiscriminado de estas herramientas no solo carece de rigor científico, sino que también puede vulnerar derechos básicos de las personas evaluadas y desprestigiar el campo profesional de la psicología.

¿Qué lugar tiene la IA en la evaluación psicológica?

La inteligencia artificial puede convertirse en una aliada estratégica para los profesionales, siempre que se integre bajo un modelo de trabajo colaborativo, ético y validado. Sus aportes pueden ser valiosos en tareas complementarias —como el procesamiento de datos, la detección de patrones o el análisis del discurso—, pero no en la creación autónoma de instrumentos diagnósticos sin control humano.

En el terreno de la evaluación proyectiva y del estudio profundo de la personalidad, aún queda un camino extenso por recorrer. La IA puede asistir, pero no sustituir la comprensión clínica, la interpretación simbólica ni la mirada ética que caracterizan el trabajo del psicólogo.

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