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Compliance como valor agregado…¿Se puede evaluar?

Una de las definiciones posibles de “Compliance” es un conjunto de procedimientos y buenas prácticas para identificar y prevenir los distintos tipos de riesgos a los que se pueden enfrentar las organizaciones.

Digamos entonces que “compliance” persigue varias metas:

  • Sirve a la compañía para protegerse contra sanciones, previniéndolas.
  • Contribuye a establecer una cultura de la compañía ajustada a la ética y a la integridad.

Desde esta perspectiva pareciera que contar con un programa de “compliance” bien diseñado, ejecutado y monitoreado, genera un valor agregado a la compañía que la aleja de problemas y la torna más competitiva.

Más competitiva porque nos movemos en un mercado donde las buenas prácticas se premian y se valoran como imán de atracción y retención de sus colaboradores.

Es así como el concepto de Compliance viene ganando espacio en las organizaciones empresariales y lo hace desde distintas perspectivas:

  • A veces se trata de un puesto “…buscamos un analista de compliance…”,
  • Otras como un requerimiento a los colaboradores de una organización, “…necesitamos que se trabaje con compliance…”, buscando generar esta culturas en la organización.
  • En otras, ya hay “…áreas dedicadas a promover que en la organización se trabaje con complicance…”

De hecho, también vemos en mercado pos grados que certifican en ética y compliance.

De una y otra forma las empresas lo que están buscando será que se trabaje en las organizaciones con un compromiso hacia la integridad, la ética y es por ello que el concepto bordea cuestiones de RSE.

Con este nuevo concepto vigente en el mercado quienes nos dedicamos a la evaluación de capital humano, nos vemos requeridos más frecuentemente a evaluar si se tratan de personas que trabajaran bajo el paraguas de “compliance”.  

Esto nos lleva a prestar más atención a los procesos y su relación con los resultados. Así, en un cv, los resultados cuantitativos, dejan de tener el peso de hace años.

“Logré que la compañía amplié en un 30% su cartera de clientes…” ya nos es suficiente, dando lugar a interrogantes respecto de cómo se llegó a se alcanzó ese resultado.

Esto nos lleva a repensar que evaluamos con cada técnica que administramos, des-centrándonos del resultado para poder ampliar nuestro foco en el proceso que lleva a el.

Es un concepto complejo y que impacta en nuestra práctica. Hay mucho para andar y seguir pensando en torno a él, pero sin duda nos lleva por el camino de las buenas prácticas.

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