Estábamos transitando procesos de cambio en el mundo de las organizaciones cuando el Covid-19 vino a acelerarlos y precipitarlos.
Nos encontrábamos trabajando sobre nuevos conceptos como “agile”, pensando en estructuras más chatas, en culturas de la colaboración, en el empoderamiento de los colaboradores…
Pero la pandemia impacto en nuestras realidades, impulsándonos a la acción y llevándonos con ello a aceptar de un modo distinto de por ejemplo la posibilidad del error.
Los cambios y la vertiginosidad de los mismos, nos generan un nuevo paradigma mental necesario para poder operar hoy en el mundo de las organizaciones.
Este nuevo paradigma conlleva una relación distinta con la incertidumbre, con la ambigüedad, con el conflicto. Se trata de desarrollar mayor tolerancia a trabajar en contextos donde no hay certezas, donde los rumbos se modifican y donde lo constante es el cambio.
Requerimos de líderes flexibles, creativos, capaces de generar confianza e inspirar, capaces de moverse en terrenos donde los rodea una gran ambigüedad. A la vez, los lideres deben ser capaces de empatizar con lo que sucede a los demás, con un nuevo respeto y valoración del otro y sus diferencias.
Evaluar a un líder hoy conlleva valorar otras capacidades y es por ello que tenemos que entender con claridad los cambios que transitamos y sus requerimientos.
